Es una pena que dos conciertos de categoría coincidan en fecha y lugar. Eso ocurrió el pasado 3 de febrero con Depedro y con Izal. Es difícil enfrentarse a esta decisión pero un servidor optó por Depedro, quizás por la creencia de que la música (aunque no toda, eso depende de gustos) tiene poderes curativos. Y lo mismo que yo debieron pensar los cientos de personas que se acercaron al Antzoki de Bilbao hasta casi completar el aforo. Jairo Zavala, alias Depedro, desembarcaba en la capital vizcaína con su último trabajo “El pasajero” (Warner, 2016).
Se habla mucho últimamente de la música como medicina de la mente y el alma (realmente hace siglos que se conocía) y un testimonio actual de ello es el libro “Instrumental” del pianista James Rhodes. La música de Depedro (Madrid, 1973) también lo es. Unas letras cargadas de luz, esperanza y alegría. Una forma de ver la vida más propia del otro lado del charco, lugar en el que Depedro lanza el anzuelo de la inspiración para regalarnos un sonido multicultural. Un sonido nómada (como el propio Jairo) que lleva a quien lo escucha a convertirse en pasajero de un folk-rock cargado de positivismo y tintes latinos.
Fueron casi dos horas en las que sonaron veintiún temas en los que Depedro se puso al frente de un quinteto que dejó el pabellón bien alto. Un sonido espectacular y unos arreglos cuidados hasta el más ínfimo detalle. Ello unido a una voz cálida y a una cercanía con el público son las claves para que tanto ellas como ellos bailen e incluso participen con ímpetu en los coros de algunas de las canciones.
Las influencias que tiene Jairo Zavala se hacen presentes en cada canción, en cada entonación… Calexico, Los Lobos, Manu Chao (en su época de Mano Negra), algo de funk, cumbia…Todo aunado por la voz segura y firme del madrileño. ‘Como el viento’ fue el tema elegido para romper el hielo y le siguieron temas como ‘¿Hay algo ahí?’, ‘Hombre bueno’ y ‘Nubes de papel’ que terminaron por meter en ambiente a todo el personal.
Jugando ya en casa, algo difícil para un viajero como Depedro, sonaron ‘Deájalo ir’ y ‘D.F’, sonidos que nos llevan desde Arizona hasta el mismo Veracruz. El concierto continuó con ‘Tu mediodía’, ‘Diciembre’, ‘Te sigo soñando’, ‘Antes de que anochezca’, ‘El pescador’ y ‘Equivocado’. En este tramo de espectáculo la comunión con el público iba a más. Canciones de medio tempo que ayudaron a la banda a tomar un respiro (a destacar el músico que los mismo tocaba un saxo barítono, que se ponía a los teclados o nos regalaba el sonido de una armónica después de haber acariciado el vibráfono).
‘Panamericana’, ‘Ser valiente’, ‘La memoria’ y el aclamado ‘Llorona’ fueron el anticipo de lo que serían los bises. A estos acudió Depedro en solitario interpretando ‘Miguelito’. Silencio sepulcral en el Antzoki para apreciar cada matiz, cada nota. Con ‘Miedo’ y ‘Casa del Sal’ la cosa tocaba a su fin. La verdad que el tiempo pasó casi sin darnos cuenta, síntoma de que el personal estaba disfrutando. ‘Comanche’ fue el tema elegido para acabar.
No cabe duda de que un concierto de Depedro es ir a lo seguro. Un músico que sabe tratar al público y este lo agradece creando un ambiente como el que tuvimos la suerte de disfrutar en el Antzoki.