Sala bbk, 10 de noviembre de 2017
Nos encanta ver a El Drogas y punto. Nos encanta, sobre todo, porque nunca defrauda y porque siempre nos ofrece algo diferente. Después de haberle visto el año pasado en el megaconcierto de La Ciudadela de Iruña (uno de los mayores espectáculos que ha habido en el rock estatal) y, posteriormente, en el Kafe Antzoki en otro concierto inolvidable en el que, a lo largo de más de dos horas y media, desgranó uno tras otro clásicos suyos y de Barricada, esta vez tocaba verle sentaditos y en un formato más teatral.
La (des)memoria band es un proyecto en el que, tirando de la fiel banda que le acompaña desde que decidió separar su camino de Barricada (“Flako” al bajo y coros, Txus Maraví a la guitarra y Brigi Duke a la batería), El Drogas interpreta a su manera el ya mítico disco “La tierra está sorda” de la banda navarra. Se trata, en fin, de reivindicarse como el gran ideólogo y creador del trabajo más duro y, seguramente, el que supuso el principio del fin de Barricada, un disco en el que Enrique Villarreal dio todo lo que tenía de sí, haciendo un gran trabajo de documentación y creación para llevar al disco la época más oscura de muestra historia reciente y que no encontró el agradecimiento que se merecía por parte del resto de la banda.
En los últimos años, El Drogas ha añadido al espectáculo una segunda parte en la que repasa los temas del primer disco de “Demasiado tonto en la corteza”, ese que lleva por título “Alzheimer” y en el que se abre de par en par para cantar sobre una temática que le toca muy de cerca.
Sobre un escenario perfectamente decorado con estética de la época de la posguerra, aparece El Drogas con una vieja maleta de la que va sacando y depositando en el suelo una serie de libros relacionados con la guerra civil y la dictadura, antes de introducir el primer tema de la noche, “Los Cuervos”, durante el cual van entrando, ataviados acorde a la estética del espectáculo, el resto de los miembros de la banda para continuar con su homenaje a aquellos “que dieron su vida y su sangre por dar al pueblo conocimiento” en “Los maestros” porque, como el propio cantante dijo, “un pueblo ilustrado es un peligro para el poder”. Posteriormente, fueron cayendo casi todos los temas de “La tierra es sorda” o, mejor dicho, una reinterpretación de los mismos ya que, en la mayoría de ellos, se trata de versiones mucho más desnudas pero no exentas de arreglos adecuados y trabajados por parte de la banda.
Sabiamente introducidos mediante breves discursos o fragmentos recitados por parte de El Drogas pudimos escuchar “Por la libertad”, la historia de Pepita, una de las protagonistas de “La voz dormida”, la novela que inspiró en un primer momento el disco de “La tierra está sorda”, “Suela de alpargata”, en la que reconoce la figura de José Manuel Montorio “Chaval”, “Infierno de piedra”, “La estancia”, el relato de la fuga de Ezkaba contada en “22 de Mayo” e historias personales como la de “Matilde Landa” o las de las familias que se relatan en “Es una carta” o el asesinato (“que no fusilamiento, vamos a llamar a las cosas por su nombre y a contar lo que de verdad pasó en este puñetero país”) de las Trece Rosas en “Pétalos”.
En un concierto en el que la rabia le sale por los poros, la crítica feroz a la iglesia por el oscuro papel que tuvo en aquella época aparece en “Sotanas”, así como el ataque merecido a los fascistas que tanto mal hicieron y que desfilaban tan tranquilos amparados por el poder como se relata en “Una lágrima en el suelo”, con la que se daba por concluida esta primera parte.
Como ya hemos contado, esta segunda parte del concierto está dedicada al disco “Alzheimer” y, por lo tanto, a esta dolorosa enfermedad. Para tratar el tema, El Drogas se desnuda emocionalmente de una manera absolutamente desgarradora, ya que es un tema que le ha tocado de cerca y que ha vivido en sus propias carnes y así lo cuenta. Comienza por los recuerdos que paulatinamente va perdiendo el enfermo, como los de la infancia que se cantan en “Debajo de aquel árbol”, pasando por las primeras señales de la enfermedad y que se relatan en “En punto muerto”, hasta el desarrollo de la enfermedad y el dolor de las familias en “Nos hace morir” y el triste final y el agradecimiento a las personas que tanto han hecho en vida, las que tejieron esos “Cordones de mimbre” para terminar perdidas como ese “Collar abandonado”, pero a las que nunca se olvidan, y cuyo recuerdo sobrevive como la vida de los “libros prestados” de los que se habla en “Sin reverencias”.
Y cuando parecía que así acababa la noche, la banda nos ofreció, por petición popular, una propina con “No sé qué hacer contigo” y “Azulejo frío”, con la que, definitivamente, se despedían después de habernos ofrecido un concierto espectacular y, sobre todo, muy emotivo.
Tal vez he hablado poco del aspecto musical donde El Drogas y toda su banda estuvieron, como siempre, impecables; pero, precisamente, era una noche para quedarse con la importancia de ese mensaje de que nunca debemos olvidarnos, por dura que sea, de nuestra historia reciente más oscura, ni tampoco debemos olvidarnos de todo lo que hacen por nosotros esas personas que poco a poco se van apagando.
- Fotos cedidas por la sala bbk.