Arranque estrepitoso y accidental con Nasti de Plasti y su desparpajo punkarra. Guitarreo raudo, sin afinar ni tonterías. Los parroquianos del Shake comulgamos con su universo de fracasos, despropósitos en el depósito y amores fallidos, vía Betty Misiego: Siempre estuve ciego/fui Betty Missiego/Todo estuvo a mi favor, tuve la mejor canción/Me vestí pa’ la ocasión y todo se derrumbó… (“Fracaso’79”).
Con aura tenebrosa pero cálida, Violeta Vil presenta su segundo álbum Mujeres Ulaga, dedicado “a todas las grandes brujas y guerreras que nos rodean”, reivindican Mónica Di Francesco (voz y teclado) y Yanara Espinoza (guitarra). Ciertamente, contiene cantos de feminismo descarnado y sin edulcorantes oportunistas o políticamente correctos. Entendemos que una de esas brujas guerreras es Violeta Parra, a quien versionan/homenajean en su álbum anterior con el tema “La Pericona”. Una pena que no lo invoquen aquí, aunque hay conjuros y repertorio de sobra.
Acompañadas de Miguel Aguas al bajo y de Gabi Ameztoy a la batería, Mujeres Ulaga suena en directo más crudo y frenético si cabe. Nada que ver con su LP anterior, Lápidas y Cocoteros, de aires mucho más lánguidos y soñolientos. Chill-out punk (etiqueta no registrada, disculpen las molestias).
Una lástima que no se entiendan mucho las letras, la voz se desintegra en este akelarre crepitante. Di Francesco se lleva la mano al oído casi en todo momento, en un intento de oírse a sí misma. “No se escucha la voz, ¿verdad?”, se resigna al término del bolo. “Se escucha, ¡pero no se entiende ni papa!”, aclara alguien del público, solícito.
Sobre una estructura lúgubre, edifican melodías sólidas, desgarradoras como “Vagina dentada”, una oda al mito de Lamia, la mujer fatal por antonomasia. Chillan la entrepierna y las conciencias aletargadas. Violeta Vil suena a la mejor edad de oro ochentera: Renovada y revisitada, pero nunca trasnochada (las brujas no duermen). De hecho, su versión de “Vírgenes Sangrantes (en el matadero)”, de Derribos Arias, es un homenaje elevado. Puro magnetismo siniestro.
Peligro de derrumbamiento con la discotequera “Chupacabras”, o la inquietante e incisiva “Roca”; así como la fantasmagoría ilustrada de “Urgencias Primitivas”, tema de apertura del álbum que dejan para el final, o “Mujeres Ulaga”, de lo mejor del álbum y de esta actuación. Se trata de un canto “a las guerreras mitológicas surgidas de las aulagas secas, y de la filosofía de Genesis P-Orridge”, que suscribe Violeta Vil, según explica su cantante en esta entrevista.
Esta banda -con raíces venezolanas, chilenas, canarias y riojanas, ojo-, despliega un amplio abanico de sonidos, ritmos y melodías que te hechiza en una especie de cabaret esotérico y vicioso, donde sus trallazos sin tregua, aderezados con un eco descomunal, te llevan del shoegaze al “electro pop ochentas”.
Propulsada quizá por la furiosa sugestión de las cuerdas –Espinoza es puro nervio, carisma y actitud-, la cantante se lanza al suelo, se despoja de sus tirantes, tira su bloc de notas y el botellín de agua; salta y se mueve todo lo que permite el reducido escenario.
Se evaporan entre los efluvios de esta catarsis de ocultismo, vía su último single, “Martillo Criminal”, que cae sobre nosotros con la misma contundencia de un golpe con esta herramienta.
¡Arriba las brujas!