Fotografías: Iñigo PasBas
El pasado sábado recaló en el Palacio Euskalduna el cantautor Ismael Serrano. Lo hizo dentro de la gira mundial “20 años. Hoy es siempre” con la que el madrileño está conmemorando más de dos décadas de canciones. Hay aniversarios que deberían ir precedidos de redobles de tambor y el que celebra el de Vallecas es uno de ellos.
Nada más abrirse las puertas la cola formada por un público intergeneracional ya era considerable. No hay duda de que Ismael Serrano tiene tirón por estos lares y el casi lleno del sábado es prueba de ello. El madrileño correspondió a ese interés con un concierto de casi tres horas en el que hizo un repaso a su cancionero de poéticas letras comprometidas.
Fueron casi 180 minutos en el que repasó todos sus discos y regaló varios cover de artistas que han sido y son influencia en su carrera. Con diez minutos de retraso comenzó el concierto. Los cinco músicos que acompañan al artista aparecieron en la parte alta del escenario, junto a un cielo estrellado y una luna pletórica. Teclado, batería, bajo, percusiones y guitarra. La parte inferior simulaba una cálida cabaña en la que no faltaban detalles, incluida una ventana en la que iban proyectándose sugerentes imágenes en los diferentes temas. Era el espacio destinado a Ismael Serrano que apareció tras una puerta y que saludo serio y respetuoso.
Abrió con “Ven” y la acompañó de imágenes de estrellas fugaces . Un tema que fue a más y que acabó en todo lo alto. Una pena el sonido que durante algunas canciones del principio no fue perfecto y hacía que la voz sonase empastada. Aún así arrancó los primeros aplausos. “Familiares y amigos, bienvenidos. Estamos de celebración”, saludó. Continuó con el cover de “Las cuatro y diez” de Aute, una canción que ya no falta nunca en su repertorio.
Antes de sonar el tercer tema comienza la parte teatral del espectáculo. Y es que no se trata de soltar canciones una detrás de otra sino unirlas bajo un hilo conductor. El mismo es una rosa con la que va dialogando sobre aspectos de su carrera y de la vida. Una especie de Chester en el que es entrevistado. “Últimamente” sonó con un ritmo cercano a la bossa nova que la dota de más ligereza.
En “Sucede que a veces” coge por primera vez la guitarra y arranca las primeras palmas acompañando la canción. “Llevo mucho en el oficio y tengo mucho que agradecer” aseguró. Era el turno de “Absoluto” que quizás fue la que peor sonido tuvo y en la que no se entendía la voz del cantautor madrileño. Cientos de farolillos voladores ascendían en la oscuridad del cielo que la ventana/pantalla proyectaba. Con “Pequeña criatura” la gente se vino arriba, en particular una chica que detrás de un servidor nos ofreció un concierto en Dolby Surround. «Hoy he encontrado en el Segunda Mano un piso modesto, céntrico, barato…” eran otros tiempos según el propio artista.
Siguió con “Cien días” que sorprendió por un corte rockero muy bien traído y que resultaba extraño en un concierto de Ismael Serrano. Recordó su primer amor, su primera canción, su primera maqueta con “Te vas”. Un tema que gira alrededor de los recuerdos y termina con un efecto de nieve saliendo de las manos del artista cual mago profesional. Con imágenes de una calle solitaria y gris de cualquier ciudad ilustró “No estarás sola”.
Era el turno para un cover importante; “Ojalá” de Silvio Rodríguez. Una preciosa versión que bien podría haber sido la que Pablo Milanés hubiese hecho del conocido tema. Tras hablar con la rosa de los amores a primera vista y contar una anécdota del mismísimo Churchill, nos sorprendió con la versión de “Insurrección” de Manolo García. Esta última le quedó algo floja.
También nos obsequió con “La extraña pareja”. Un versión más elaborada musical y vocalmente que la original. Uno de los temas más cantados hasta ese momento e incluso más bailado (algunos no paraban en su asiento). Dedicó el tema “Todo cambia” a los argentinos presentes en la sala porque aunque el autor de la canción es chileno él la recuerda en la voz de la bonaerense Mercedes Sosa.
Antes de “Si callase el ruido” nos cuenta la historia de un naufrago . Le siguen “Recuerdo” y “La llamada”. En esta última colorea la escena con sendos cañones de confetti para “que no se olviden de tu alegría”. Con “Ya ves” la gente se lanza a cantar en capela. En “Nieve” el artista toca su acústica mientras se proyectan imágenes con títeres. Acaba la canción con nieve cayendo sobre el escenario y el detalle gracioso al aparecer el ayudante en escena ataviado con gorro y bufanda a recoger la guitarra. Esta parte termina con una buena versión de “Y sin embargo” del maestro Sabina.
Uno de los momentos álgidos del concierto es cuando presenta “Papá cuéntame otra vez” del exitoso disco “Atrapados en azul” que produjo con su hermano (a quien dedica esta canción y que estaba presente en la sala). “Se cumplen 50 años del mayo del 68” recuerda Serrano. Un canto de esperanza por esa generación que sí está escribiendo su relato. “Ahora mueren en Siria, los que morían en Vietnam…”. El primer amago de despedida llega con otro de sus grandes éxitos; “Vértigo”. Destacan unos versos de Celaya y una cuidadísima percusión. Antes de los bises cantó “Ahora que te encuentro” mientras la ventana (pantalla) recibía el impacto de una nostálgica lluvia.
La primera de los bises fue “Agua y aceite” que dedicó a los jubilados que se manifiestan en las calles. La gente pedía a gritos (casi desde el principio) “Vine del norte” y ese era el momento. Terminando esta canción hizo un segundo amago de despedida; “Cuídense mucho y hasta siempre”. Mucha gente salió de la sala pensando que el artista ya no volvería a escena. Error. Quedaban dos temas para finalizar el recorrido por dos décadas de carrera.
La penúltima fue “Ana” en la que la gente animada por Ismael Serrano cantó a capela. Tras varios intentos el cantautor salió en auxilio de un respetable flojo, quizás por las casi tres horas que llevábamos de concierto. Terminó el mismo con “Todo empieza y todo acaba en ti”. Un buen epílogo para resumir veinte años sobre los escenarios.