Fotografía: Iñigo PasBas
No cabe duda de que Manolo García es uno de los grandes artistas a nivel estatal y ayer en el Bilbao Arena de Miribilla (21:00 – 41´80€) quedó demostrado con creces. El barcelonés acababa gira y eso atrajo a toda su legión de fans (algunos llegados desde Galicia, Extremadura, Cataluña, Madrid,…) por lo que el ambiente era extraordinario antes del inicio del show. Algunas personas llevaban esperando desde primeras horas de la tarde para conseguir primera fila y otras, las más rezagadas, se acercaban al recinto cuando tan solo faltaban veinte minutos para el inicio del concierto. Estos últimos la mayoría locales que habían apurado para poder ver el partido del Athletic y después beber algo para olvidar el desaguisado vivido en el Wanda Metropolitano. Pero eso es otro tema.
Antes de nada nos gustaría dar las gracias a Amaia Izpizua de Get In, a Xavi Petaos (Manolo García y Compañía) y Carmen Arteaga de Perro Records sus gestiones para acreditarnos. Se agradece en especial que se permitiera hacer fotos durante todo el concierto desde el foso.
Hacía tiempo que no asistía a una actuación de Manolo García y aunque le he visto tanto con El Ultimo de la Fila como ya en solitario nunca me había tocado hacer la crónica de su concierto. Resulta complicado escribir de un artista con seguidores tan fieles y exigentes. Me sorprende como se saben las letras de principio a fin, pese a ser letras larguísimas, y de un léxico no apto para todos los públicos. Fans que en su mayoría pasan de los treinta aunque también destacó la presencia de mucha gente joven. Todo un mérito para un artista que para nada aparenta los 63 agostos que calza. El del PobleNou tiene la suficiente energía como para ofrecer un concierto de tres horas de duración sin dejar de saltar en el escenario, moverse entre la multitud (incluso lanzarse sobre ella) o caminar sobre la barras junto a los grifos de cerveza. Gran trabajo el que tuvieron que hacer ayer los miembros de seguridad.
Sí, habéis leído bien, tres horas de concierto para un total de 31 temas. Un espectáculo dividido en dos partes y que contó con tres bises. Magnífico sonido tanto desde el foso (como me confirmó nuestro fotógrafo Iñigo Pascual) como desde las gradas altas donde se encontraba este que escribe. Un escenario muy cuidado y sin estridencias; pañuelos coloristas, abejas de peluche y luces que recordaban a dibujos del propio Manolo. También destacaban las pantallas. Unas ofrecían imágenes del propio concierto (desde las cámaras principales o desde la cámara que una bailarina paseaba entre los músicos). Otras dos pantallas más pequeñas proyectaban imágenes editadas para cada tema.
Abrió el concierto con “Malva”. Una primera parte en la que contó con la banda habitual de Manolo. La componen Ricardo Marín (guitarra eléctrica y veterano de los escenarios españoles que demostró una vez más su talento), Víctor Iniesta (guitarra eléctrica, acústica, española, doce cuerdas y seguramente cualquier cosa que parezca una guitarra), Juan Carlos García (teclados y voces), Iñigo Goldaracena (bajo), Charly Sardà (batería), Olvido Lanza (violín) y Mone Teruel (coros).
Saludó con un “Gabon Bilbo. Eskerrik asko” y agradeciendo las muestras de afecto recibidas. Nos dedicó el concierto a todos los presentes pero en especial se lo quiso dedicar a Amaia Montero (que se encontraba en una zona cercana al escenario) por “su profesionalidad y por sus cojones u ovarios, o lo quiera tener”. Hay que recordar que el artista catalán escribió una carta en defensa de la donostiarra tras recibir esta críticas tras una actuación en Cantabria. Siguió con “Un alma de papel”, “Nunca el tiempo es perdido” (con un punteo que recordaba a los de Santana) y “Prefiero el trapecio”. Las dos últimas son el vivo ejemplo de que Manolo sabe como agitar al personal desde el principio.
Antes de interpretar “Pan de oro” lanzó el primero de sus mensajes (fueron varios durante la noche). “Educar a los niños para no tener que castigar a los hombres”. Le siguió un juego con el público del estilo al que Mercury hizo en Wembley. Uno gritaba y los demás imitaban. La gente entregada. Continuo con “Recuerfdos de una noche/ Todo es de color”, un cover de Triana que hizo las delicias del respetable e incluso arrancó algún ¡ole! que otro. Cerró esta primera parte cantando “Con los hombres azules”.
Durante esta gira, en la segunda parte, parte ha venido contando con alguno de los músicos americanos que participaron en la grabación de su último trabajo “La geometría del rayo”. En Bilbao solamente pudo estar Jess Hume al bajo. Salvo tres temas como “Lo quiero todo”, “Es mejor sentir” y “Un giro teatral”, que dedicó a las pequeñas y medianas ganaderas de Euskadi (con criticas al abuso de las nuevas tecnologías incluidas) desgranó nueve temas del último álbum. “Las puntas de mis viejas botas” y “Ardieron los fuegos” fueron las primeras en sonar del más reciente de los discos del catalán. Con “La llamada interior” tocó la armónica y se sentó en un sofá. “Océano azul” le sirvió para soltar un nuevo mensaje . Esta vez fue ecologista y sirvió para criticar a una sociedad que en su opinión “vive de espaldas a la ecología”. Aquí fue su primera visita a la gradas.
Continuó con “Ruedo, rodaré” (que interpretó junto a su hermana Carmen García), “Nunca es tarde”, “Humo de abrojos”, “El frío de la noche” (en la que tocó la guitarra acústica) y “Si todo arde”. Terminó esta parte con “La gran regla de la sabiduría” (de nuevo tocando la guitarra) y con “Campanas de libertad”. Hubo amago de despedida pero sabíamos que la cosa no iba a quedarse ahí. Tras un breve rato de espera volvieron al escenario para júbilo y algarabía de los presentes.
Tras un solo de piano a cargo de Juan Carlos García, Manolo se dirigió al respetable asegurando que se consideraba una persona optimista y haciendo una defensa a ultranza del arte y la cultura frente al gris de la vida. Los primeros bises comenzaron con “En tu voz” y “Crepúsculo creciente”, dos temas acústicos con arreglos preciosistas. Les siguió “Sombra de la sombra de tu sombrero” Sonidos árabes para acompañar un nuevo alegato. Era el turno de criticar la violencia machista y a esos hombres “que quieren ser dueños de las mujeres” a los que calificó de “cobardes”.
Terminó estos bises con dos canciones que indicaban que el ambiente iba a acabar en lo más alto. “Como un burro amarrado a la puerta del baile” (del Ultimo de la Fila y con tinte a la rumba catalana de Perét) y la muy coreada “Pájaros de barro” en la que vuelve a bajar al público. Globos y confeti dieron aún más color si cabe a la escena que Manolo García nos iba pintando.
Sin abandonar el escenario preguntó si queríamos más. Respuesta obvia. “Pedid y se os dará” aseguró. Segundos bises en los que la mayor parte la pasa entre el público de pista e incluso de gradas bajas. “Carbón y ramas secas”, “Somos levedad”, “Sobre el oscuro abismo en que te meces” (con ikurriña ondeando) completan estos bises para terminar con “A San Fernando, un ratito a pie y otro caminando”, la banda al completo y un público que ya no aguantaba sentado. “¿Queréis una más? ¿Queréis “Insurrección?” . Pues venga “Insurrección”. Y dicho y hecho. Apoteosis final en el Bilbao Arena. Agradecimientos a todas las personas que han formado parte de la gira, al público… Un fin de gira como debe ser. Incluso Manolo enseño los calzoncillos tras un desliz en el que se nombró Donosti cuando hablaba de la oficina de Get In. Lo nunca visto.
Queda claro que Manolo García es un artista del que conocemos lo que hay que conocer de él, su música, sus cuadros, su poesía. No se prodiga mucho en los medios y guarda con mimo su vida privada. Algo que no importa cuando sobre el escenario ofrece todo lo que tiene que mostrar y se vacía para consuelo de almas necesitadas de música y color, pero sobre todo de poesía.