El pasado viernes daba comienzo el MAZ Basauri 2019. La edición de este año no está dedicada a un género en particular sino que podemos disfrutar de diferentes estilos y propuestas. Un acierto sin duda. La primera jornada se estrenaba con un cartel encabezado por dos mujeres, toda una declaración de intenciones. Anari y Christina Rosenvingeinauguraban las actuaciones en el Social Antzokia y allí estuvimos.
Anari, en formato quintento, fue la encargada de romper el hielo. La de Azkoitia ofreció un buen concierto si bien es verdad que predominó la sobriedad. Algo que por otro lado es habitual en su directos y que quizás dejó algo frío a quienes la veían por primera vez. Durante una hora interpretó una docena de cortes entre los que destacaron “Offidentalak” y Ametsen eraiste neurtua”. Hubo un momento intimo en el que Anari se quedó sola sobre las tablas interpretando “Ihia”. Sonó también algún tema del recopilatorio en homenaje a Joseba Sarrionandia en el que participó la guipuzcoana y “Epilogo bat”.
Fue un concierto en el que sobrevoló la introspección delicada y a la vez desgarradora de Anari. Quizás un empiece un tanto frío para algunos pero un buen concierto. A su vez una buena muestra de que con la música en euskera de puede experimentar más allá de lo que nos ofrece a menudo el mercado.
El plato fuerte de la noche era la veterana Christina Rosenvinge. Había mucha expectación por ver una artista con una carrera tan dilatada y que ha sabido imponer su deseos a la hora de componer y grabar sus diferentes álbumes. Venía con un nuevo disco bajo el brazo; “Un hombre rubio” (2018) y con su banda habitual (formato cuarteto). Para contradecir a algunas opiniones decir que fue un muy buen concierto, de lo mejor que ha ofrecido la madrileña por estos lares.
Para empezar merece ser destacada la banda que acompaña a la artista. Unos músicos que sin duda alguna están a la altura de las composiciones del último trabajo de Rosenvinge. Un álbum que por otro lado es una maravilla y que gira en torno a la relación entre padres a hijos desde el punto de vista y las vivencias personales de la artista.
Abrió como viene siendo habitual con “Niña animal” y “El pretendiente”. Continuó con el tema “Berta multiplicada” que dedicó a la activista ecologista Berta Cáceres asesinada hace algún tiempo. También sonaron “Jorge y yo”, “Romeo y los demás” y bromeo con “Pesa la palabra” rememorando los silencios de Albert Rivera. No faltaron “La distancia adecuada”, “Ana y los pájaros” (de la que explicó que se había convertido en un “himno bollero”) y la muy sentida “Romance de la plata” dedicada a su padre.
Rosenvinge destaca no solo como cantante sino que es notable su faceta de letrista. Canciones que surgen de sus vísceras toman decisiones adecuadas. Lo bueno de escribir de desde lo más profundo es que se huye de las cobardías. Eso es algo que la madrileña deja muy claro en el reciente libro que ha presentado “Cuadernos y canciones” (Random, 2019).
Antes de los bises interpretó “Alguien tendrá la culpa” (muy apropiada a los tiempos que corren aseguró), “La muy puta” y “La tejedora”. Para finalizar el concierto se guardó “La piedra angular” y “Mil pedazos”. Esta última con otro tempo y nos arreglos que la mejoran mucho de la versión original.
Fue un concierto con una atmosfera un tanto dramática pero que no resultó tal puesto que Rosenvinge supo conectar con el publico entre canción y canción. Es de esos conciertos en el que uno sale convencido de haber disfrutado de una artista que ofrece lo que lleva muy adentro. Un buen arranque de festival que continuará el próximo fin de semana como artistas de la talla de Viva Suecia, Triangulo de Amor Bizarro, The Owl Projet, Hakima Flissiy Iseo & Dodosound with The Mousehunters.