Volvía Quique a visitarnos 3 años después desde la última vez que el cantautor madrileño pisó el escenario del Kafe Antzokia de Bilbao, y lo hacía con nuevo disco, nueva gira, nueva banda y nuevo repertorio más adecuado a su nuevo trabajo (Las palabras vividas) y al escenario escogido para la ocasión; el majestuoso Teatro Arriaga.
Un nuevo rol alejado de las últimas giras más rockeras junto a sus detectives, en donde ha sabido acompañar las canciones que escribió Luis García Montero para él, con varios temas de siempre que encajan a la perfección a manos de la banda que acompaña a Quique en esta gira.
Si algo sabe este madrileño afincado en la montaña pasiega, es rodearse siempre de los mejores, y en esta ocasión no iba a ser menos.
Llevándose a dos de sus detectives, Edu Olmedo a la batería y Boli Climent (al teclado y acordeón, esta vez alejado del bajo), ha recuperado a Jacob, su socio inseparable durante muchos años desde los inicios, y ha reclutado al músico y productor Toni Brunet a la guitarra y al «hombre orquesta» Diego Galaz (que maravilla de malabarista el de Burgos…).
Todos juntos, tejen el sonido acorde a las exigencias del guión, con un tempo más pausado y más refinado del que nos tenía acostumbrado en los últimos tiempos, pero que recupera por otra parte los orígenes del Quique más intimo de la época de Kamikazes enamorados o incluso de Daiquiri Blues. Nada que no hubiésemos visto ya los que le conocemos desde sus primeros discos y giras.
Y es que este último trabajo de Las palabras vividas está hecho para tocarlo «en corto y al pie«, sin prisas y con pausas, a fuego lento. De la misma manera que se ha venido cocinando este proyecto durante los últimos años entre el músico y el poeta granadino, y que finalmente (aún cuando nadie veía posible que acabase en buen puerto) ha visto la luz.
El pasado lunes (30 de diciembre) lo presentaba ante el público bilbaino, al cual repitió una vez más que guarda un tremendo cariño y respeto, por el buen trato recibido en una tierra donde guarda buenos amigos. Entre ellos sin duda, Fito Cabrales y Karlos Arancegi, acomodados en el patio de butacas.
«La nave de los locos«, el que fue el primer adelanto del disco, sirvió para dar comienzo al concierto 5 minutos más tarde de las 19:30 horas.
«Bienvenida«, escrita por Luis dedicada a «Nora», la pequeña de Quique González que escuchaba el concierto formal en brazos de su madre, marcó el camino de los compases de los siguientes temas.
«Canción con orquesta«, «El pasajero«, «Las nuevas palabras» , «Todo se acaba» o «Seis cuerdas«, todas ellas de su último disco, se entremezclaban con temas antiguos como «Su día libre» y «Orquídeas» pertenecientes al anterior trabajo, y clásicos como «Palomas en la quinta» y «Polvo en el aire» (con final muy «soul») de la época kamikaze de Quique.
Hubo tiempo también para subir una marcha en la preciosa «La fiesta de la luna llena» (agradecemos haberla rescatado), la ranchera «Dallas Memphis» (aquí echamos de menos a Pop a su lado) y el siempre agradecido «Los conserjes de noche» con el que cerró antes del bis.
«Sangre en el marcador» y «Clase media» parecían dar un empujón a los bises que pronto volvió a tocar tierra con una cálida y preciosa versión de «Aunque tú no lo sepas«, canción que unió en este viaje a ambos artistas y que cierra el círculo 15 años después con este trabajo hecho a medias.
Estamos pues ante un Quique González más intimo y personal, más cálido y relajado, donde se siente cómodo al menos por un tiempo en esta nueva etapa de su vida, en esta gira que prácticamente acaba de empezar y que esperemos que pronto vuelva a parar cerca.