En 1999, mientras la gente comenzaba a manejarse en Euros y pensaba en el famoso ‘Efecto 2000’, el horizonte musical en Bizkaia se quedaba sin una de las bandas de hard-rock y metal con más impacto y proyección del momento. Kartzarot se despedía de los escenarios tras una década de conciertos y con dos maquetas en su discografía –“Kartzarot” (1993) y “Cuestión de tiempo” (1994)- que durante años han sido referentes para muchas bandas contemporáneas del género en Euskadi.
Es por eso que la vuelta del grupo a la actividad en 2013 fue un regalo para los amantes de la buena música, en especial del rock y el metal de los 70 y 80. La excusa para reactivarse fue la conmemoración de los 20 años del directo grabado en Lezama en 1993 con un concierto que ofrecieron en las fiestas del mismo municipio. También editaron un recopilatorio de la mano de Iberia Metálica con los temas de su exitosa etapa anterior.
Así, como un lobo que recupera el instinto –ese que nunca se marchó-, el directo de Lezama les impulsó a recuperar temas escondidos en la madriguera que nunca vieron la luz, y otros que espontáneamente surgían en los ensayos, para crear el exquisito “Arima ez da Galtzen” (Autoproducción, 2015), un trabajo que mantiene intacto el sello de la banda: un potente rock en euskera, con alma y mordida de feroz manada.
El retorno de Kartzarot se asienta sobre el núcleo original de la banda. Las guitarras de Roberto Mellid y Javi Gallego vuelven a fusionarse con la voz de Asier Vicario, a los que se unen una nueva sección rítmica: Txetxi al bajo y Cobelo en la batería, que recogen el testigo de Mitxi y Jon Lekunberri -la sección más estable y prolífica de la primera etapa-.
La banda no esconde sus influencias, al contrario, están orgullosos de que se les comparare con mitos a nivel estatal como Barón Rojo o Leño, o a los Kiss, Schenker, Whitesnake, Deep Purple o Lynyrd Skynyrd en el plano internacional.
Sin duda el disco hace honor al nombre de la banda, que procede de uno de los personajes creado por Tolkien para su obra póstuma ‘El Silmarillion’. En ella, Carcharoth (‘Fauces Rojas’ en el idioma creado por el autor británico) es un colosal y salvaje lobo custodio de una gran fortaleza, un recurso que la banda usa para ilustrar las portadas de sus discos -como la presente- o que se asoma en alguna de las letras de sus temas.
El nuevo trabajo de los vizcaínos arranca con garra. ‘Patakon’ sintetiza la fuerza procedente de las guitarras y la voz. El tema, dedicado a un legendario bandolero de Larrabetzu -una suerte de Robin Hood patrio-, retiene y actualiza la esencia del sonido característico de la década de los 90. Una huella que se aprecia en mayor o menor medida en los 7 cortes que componen el disco.
Buenos ejemplos son ‘Indartsuen Erosotasuna’, ‘Ume Gaixoak’ y ‘7ak Bateginik’, las tres canciones rescatadas del pasado que 20 años después mantienen –por desgracia- toda su vigencia por las temáticas que tratan: el paro juvenil, el sufrimiento de los niños en guerras y hambrunas o la fragmentación del nacionalismo.
Ritmos crudos en consonancia con la dureza de las letras, que también llevan una buena dosis de crítica social. ‘Stop Kaleratzeak’ es otra muestra de rabia o ‘aullido’ ante la resignación de una situación dramática para miles de familias que se ven arrojadas a la calle.
También hay espacio para otras inquietudes de los músicos. En ‘Sehaska Kanta’, que cuenta con la colaboración de Aiora Renteria (vocalista de Zea Mays) y el cantautor Rafa Rueda, exploran sus sensaciones como padres –y rockeros- en un tema repleto de cambios de ritmo y contrastes sonoros. Al igual que en el corte final, ‘Zure Deia Watsapean’, una balada «romántica” que cuenta la historia del retorno de Kartzarot.
Definitivamente “Arima ez da Galtzen” supone una vuelta por todo lo alto para una banda que hunde sus raíces en una de las mejores etapas del heavy clásico, siendo capaz de trasmitirlo con el mismo vigor que lo hacía hace casi 20 años.