Hay quien dice que el rock está muerto pero nuestro protagonista en su libro opina lo contrario. El bilbaíno Alberto Cueto une sus facetas de periodista y músico en este ensayo titulado «El libro gordo del rock» (Milenio Editorial). Una obra en la que recoge algunos de los secretos que envuelven a rock & roll. Y lo hace desde su mirada y desde la de algunos de sus protegonistas. No faltan sus encuentros algunas de las estrellas que han hecho del rock un estilo de vida que arrasó en la segunda mitad del siglo XX. Una descripción de cómo se vive en una banda de rock desde dentro y desde fuera. Charlamos con él acerca de su libro y del rock en general.
La primera pregunta viene siendo obligada en todas las entrevistas. ¿Cómo te encuentras? ¿Cómo has llevado el confinamiento?
Bien. He seguido currando y tengo balcón. El confinamiento es el estado que mejor combina con la creatividad.
“El libro gordo del rock” ha salido justo en plena pandemia. ¿Cómo ha afectado esta crisis a la hora de su publicación?
Permíteme corregirte. Salió antes de la pandemia, a primeros de marzo, e indudablemente, ha afectado de lleno hasta el punto de que la gente cree que acaba de salir ahora. La presentación en Madrid estaba programada para el 13 de marzo, el día anterior al del comienzo del estado de alarma. Tuvimos que cancelar todas: Madrid, Bilbao, Castro Urdiales, Valladolid… La idea es ahora recuperar todas en setiembre y en verano hacer alguna en la zona de Villarcayo y Medina de Pomar.
¿Cómo surgió la idea de escribirlo?
Primero me propuse escribir la historia de mi banda de rock en el Bilbao de los 90, Telegrama Sam. En paralelo me especialicé como periodista musical, tenía acceso a muchas estrellas del rock y me di cuenta de que la mayoría del material con ellas se perdía o, como mucho, salía un minuto en televisión, después de haber estado diez o quince con cada una. Al final reorienté el relato de la novela al ensayo, intentando descifrar qué es el rock, contextualizarlo, ponerlo en valor, explicar eso de que es un modo de vida. Lo curioso es que poco después de acabarlo, dejé también el periodismo cultural, me trasladé de Madrid a la delegación de la Sexta en Bilbao, así que con él se cierra un curro de más de diez años, mi etapa profesional más apasionante.
¿Qué consideras que ofreces en este trabajo respecto a otros libros de temática similar?
Cuento mi propia experiencia como músico al que le han pasado muchas cosas divertidas. Había que tirarse al barro de los que cargan y descargan por cuatro duros el fin de semana, con la misma o más ilusión de los que arrancan el bolo con la guitarra afinada por otra persona. Y creo que es necesario subirse a un escenario para poder entender al gremio. También hay mucha pedagogía. Explico lo que es una mesa de sonido para que me entienda mi suegra de Villalaín. Hay mucha ironía y se lee muy rápido. Y tampoco conozco muchos libros que hayan podido juntar a Lou Reed, Noel Gallagher, Lenny Kravitz, Kiss, Maná, Marky Ramone, Vetusta Morla, Sabina, Fito, Calamaro, Pereza, Rosendo, Loquillo, Coque Malla, Miguel Ríos…
Eres periodista y músico. ¿Cuál de las dos facetas tiene más peso en el relato?
Las dos tienen su punto, pero yo le doy más valor a la faceta periodística porque ha sido la que más trabajo me ha llevado. No solo han sido las entrevistas, ha habido mucha labor de investigación, muchos docus y muchas bios leídas. Había que contar qué opinaban Dylan, Neil Young, Springsteen… Y qué han supuesto los Beatles, los Stones, Woodstock, Altamont…
Háblanos un poco de tu recorrido como músico.
Empecé en el año 92 con Telegrama Sam, los protas del libro. Después, ya en Madrid fundé varias bandas: Garrafone Band, El Niño Mudo, Insonora, Lo que diga mi señora… en 2008 algunos de Telegrama Sam montamos Zimmerband, con músicos de las Merindades. Nos especializamos en temas de Dylan y Neil Young y sacamos ‘Los Tiempos están cambiando’, un disco de temas del de Minesota que adaptamos al castellano. Ahora, de vuelta en Bilbao, ando con Fantabulous And Furry RnR Revival. Solemos tocar un domingo al mes en la Ribera. Y sigo haciendo temas propios. Tenía previsto presentarlos mano a mano con Crudezas en el Coppola en abril, pero será para más adelante.
El libro no solamente habla de grandes estrellas, también hay hueco para grupos locales. ¿Cómo ves el panorama local vizcaíno?
Si te digo la verdad, no estoy muy puesto en música actual. Llevo años sin apenas consumirla porque prefiero centrar mi energía en componer. Tampoco ayuda que la mayoría de las letras o son en inglés o me aburren. Casi nadie cuenta historias que merezcan la pena, solo se habla de sentimientos en primera persona, de cosas demasiado etéreas. Musicalmente se ha ganado muchísimo en técnica, pero se ha perdido en originalidad. De lo que conozco me divierten los Daltonics, me contagian Dead Bronco y poco más, pero seguro que hay buenas cosas. Lo que no ayuda para nada es la infraestructura. Nada que ver con los 90. Ahora prácticamente hay que pagar por tocar, o alquilar la sala, una vergüenza. No veo el respeto que había antes con los músicos, quizá porque ahora hay más bandas que público que vaya a verlas. El que no me crea que lea el libro, ahí se describe cómo era tocar en el Bilbao industrial preGuggenheim. Los horarios tampoco ayudan. Han ido a peor. Sueño con que en Bilbao haya un garito como El Honky Tonk o el Thundercat de Madrid, en el que te puedas tomar una copa escuchando a una buena banda de madrugada.
En alguna reseña se considera al libro una especie de manual del rockero ¿qué te parece esa consideración?
Siempre que se lo hayan leído me parece de puta madre. Es posible que yo mismo escribiera esa definición, pero va más allá. Creo que era necesario ponerlo en el lugar que se merece. Que de todas las épocas de la historia nos haya tocado vivir la del rock es una suerte del copón. Seguro que molaron los tiempos de Beethoven, pero hubiera tenido crudo lo de ir a verlo.
Hay quién dice que el rock está muerto o, por lo menos, herido de muerte. ¿Qué opinas al respecto?
Para saberlo tendrás que leer el capítulo final del libro, pero te adelanto que, al hilo de lo que me comenta ahí Noel Gallagher y piensan Ronnie Wood o David Briggs, ingeniero de Neil Young que en paz descanse, un estilo de vida no puede morir porque no depende del número de bandas que lo defiendan. Wyoming lo define muy bien en el prólogo. Cierto que el mainstream ya no apuesta por el rock, que sobrevive en el directo y que a eso se une que los derechos de autor se han cargado la música en televisión, pero hablamos de una actitud ante la vida, de FUEGO. La cosa va de ser libre, de sentir y no pensar. Forever young.
En tu labor periodística seguro que has tenido muchas anécdotas con algunas de las bandas o artistas. ¿Alguna que puedas contarnos?
Casi tengo más propias, un mundo. Ten en cuenta que para pagar el equipo de sonido tuvimos que pasar por bodas y verbenas, no teníamos un puto duro, no trabajábamos. Y pasar de ahí a Los 40 Principales o la tele fue muy divertido. De otros me quedo con Kitai, la banda portada del libro. Cuento su historia, que es un historión.
¿A qué artista les has hecho la que consideras tu mejor entrevista? ¿Y de quién te esperabas más?
Noel Gallagher, sin duda. Yo era un becario en Antena 3 y me tocó entrevistarle a él y a su hermano antes de un concierto de Oasis en Madrid. Liam no se presentó y Noel se despachó a gusto. Le puso a parir. Llevaban un año sin hablarse. Normalmente suele haber alguien extra en la entrevista, un acompañante del músico que en el caso de algunos se convierte en séquito. Noel estuvo solo con el cámara y conmigo. Congeniamos tanto que cuando entró el encargado para finiquitar el encuentro Noel le dijo que se pirara, que le hiciera otra pregunta porque yo era «un buen tío». Me va mucho mejor desde que no espero nada. Mente abierta en el aquí y el ahora.
¿Qué artista tienes ganas de ver en directo? ¿Y hacer una entrevista?
Desgraciadamente está muerto, el único de los grandes que me falta, Tom Petty. Y entrevistar a Dylan, Eddie Vedder o Neil Young. Neil es el puto Dios del rock. Si lees lo que ha sido su vida descubrirás porqué.
Esta crisis deja al descubierto la poca protección de parte de la industria cultural en general y musical en particular. ¿Qué medidas crees que son necesarias?
Ninguna. El rock nació para luchar desde el lado oscuro del ring. Si acaso, que no lo entorpezcan. Casi es mejor que no deba nada a nadie porque luego vendrán pidiendo cuentas y la cantera empieza con dinero negro irrisorio.
¿Cuáles son tus proyectos a corto y medio plazo?
Estoy escribiendo una novela que no tiene nada que ver con la música. Y, aparte, hemos montado ‘La Maquinaria Alemana’, con familiares y amigos, gente que no tenemos ni puta idea de hacer un solo. Estamos entre hacer un disco homenaje a Leonardo Dantés o una ópera rock sobre los hermanos Calatrava.