Petti pertenece a esa estirpe de músicos, incluso sería más exacto utilizar el término cantautores, euskaldunes que en las últimas décadas han optado por los sonidos rockeros como forma de expresar un discurso entroncado tanto en la tradición local como en la herencia musical norteamericana. Es el caso de este navarro que acaba de editar un undécimo disco, si sumamos sus diversas colaboraciones, de nombre “Hotzikarak” y en el que la balanza cae rotundamente del lado de la electricidad y de la importancia de los ritmos llegados desde el otro lado del océano.
Para la ocasión se ha rodeado de una banda bautizada como Etxeko uzta, un nombre que nos retrotrae al álbum de igual titulo, que además contaba con parecidos protagonistas (los hermanos, Iñigo e Igor Telletxea y el ubicuo y genial Joseba Irazoki), y que significó la consolidación de las fuertes guitarras en su propuesta musical. Una conexión que parece lógico, visto el resultado, entender como la reactivación de ese espíritu. Tomando este elemento como ingrediente básico de las nuevas composiciones, habría que sumarle ese poso ya perpetuo en el músico, adquirido principalmente a partir de su excelente “On”, impregnado por los sonidos tradicionales estadounidenses.
Bajo esos dos prismas se va a mover un álbum que tal y como trasluce su titulo, “Escalofríos”, va a tener precisamente como objetivo plantear, en forma y en fondo, una inmersión, entre lo evocador y lo simbólico, en todas esas angustias humanas plasmadas en el difícil, pero necesario, malabarismo de sostenerse en el filo. Un cometido para el que se ha rodeado de una importante representación de escritores vascos (Pello Lizarralde, Igor Elortza, Harkaitz Cano…), un casamiento musical-literario que en el caso de Petti no podrá sorprender a nadie por la habitualidad con la que lo ha llevado a cabo a lo largo de su carrera.
Una neblina formada a base del chirriante sonido de guitarras se instala ya desde un primer momento, por medio de la canción inicial “Argiak errepidean”, asentando esas texturas del rock americano más intenso, como podrían ser las de Drive-By Truckers. “Ni naiz” implementa todavía más esas sensaciones, trasladándonos hasta el crujir instrumental de Neil Young y sus Crazy Horse. Unos riffs que tomarán la forma de ráfagas para la más melódica, y por lo tanto pegadiza, “Bi bide”. Las expresiones más explícitamente rudas aparecerán en el ruidismo de “Ez barkatzen”, casi emparentada con Hüsker Dü, o amparadas bajo el contundente trío formado por Lenoir-Bluff- Bidegian para construir el acelerado hard rock de “Sekula ez erortzea”.
La representación más clásica, y visible, de la influencia de las raíces del sonido tradicional norteamericano tendrá dos claras personificaciones; por un lado el instrumental homónimo de aroma campestre-sureño y “Beti aitzinera”, embriagada por los sones del gospel, no obstante su ritmo parece inspirado directamente en el clásico “Wade in the Water”. Completando esa mirada más íntima encontramos otras manifestaciones como la siniestra épica, a lo Nick Cave, de “Puskatu egin nintzen”, o en la sobria y desnuda “Azken aetzaren balada”, sostenida solo por voz y piano, por lo que perfectamente encajaría en su trabajo en directo “Awañak”.
En Petti, y este disco es la demostración palmaria tanto en concepto como por su altísima calidad, conviven sin ninguna fricción el espíritu eléctrico, las raíces del rock y las suyas propias. Un perfecto maridaje para construir un discurso personal que con este nuevo álbum alcanza una representación netamente guitarrera y que deja sin ningún tipo de excusa a quien lo excluya por, supuestos, impedimentos lingüísticos, porque si bien es cierto que su lírica completa este atractivo proyecto, no lo es menos que su interesante y jugoso lenguaje musical se impone por encima de todo.