Christina Rosenvinge: el don de hacer canciones

Christina Rosenvinge: el don de hacer canciones

El pasado sábado acudimos a la Biblioteca Bidebarrieta para disfrutar de un encuentro con Christina Rosenvinge, una de las voces más reconocidas del panorama musical independiente. En el acto, enmarcado en la 23 edición de Bilbao Poesía, la artista alternó sus composiciones con lecturas de su libro «Debut». Una cita muy íntima y especial en la que Rosenvinge desnudó algunas de las canciones de su larga trayectoria.

Fueron diez fragmentos con sus correspondientes diez temas interpretados por la artista, a guitarra unas y a piano otras. «Nunca hago conciertos sola desde que produzco mis discos. Así que hoy es como cuando toco en casa», afirmó. Empezó leyendo sobre la amiga con la que compartía piso y en la que se basó «Que te parta un rayo», un disco que cumple 30 años. Sonó «Tu por mí«. La segunda de las lecturas correspondió a su estancia en New York justo cuando ocurrían los atentados del 11S. En aquel entonces compuso una canción (en inglés) que nunca toca en los conciertos «porque ningún músico se la sabe», confesó. Interpretó  «Jelly» de su disco «Continental 62», una canción que habla de una ciudad que no te quiere, como una historia de amor. «Ese atentado de alguna manera influyó en mi música», sentenció.

Salta unos años y ya ha regresado de USA. Llega la separación y la crisis posterior. Un fragmento que habla de muchos líos sentimentales, entre otras cosas que no cuenta porque como explicó, «yo canto mis canciones pero no las cuento». Era el momento para interpretar «Negro Cinturón» de la que se olvidó parte de la letra, «memoria COVID señaló», y que leyó directamente del libro. Llegamos a la época del disco «La Joven Dolores» que empezó a escribir en Formentera. Un capítulo en el que habla de los libros que había en su casa. Entre ellos, La Biblia contada para niños. En la canción que corresponde, «Desierto«,  habla del bíblico momento en el que Lot mira hacia atrás y acaba convertida en sal.

«Tengo la garganta mal», informa. Saca un inhalador, aprieta y respira hondo. No faltan fragmentos en los que habla de ninfas y dioses, de ser puta o santa, de veranos infantiles junto a su hermano, de su padre. A cada texto le sigue la canción desnuda correspondiente. Esa en la que defiende que ella no es un buen espejo («Canción del eco«), en la que asegura que la mujer fatal no es existe y que es obra de la imaginación calenturienta de los escritores («Eva Enamorada«) o la que cuenta una fantasiosa escapada junto a su hermano («Jorge y yo«). Seguramente la canción que más gustó fue la que dedica a su padre, «Romance de la Plata«. Un hombre enamorado de España y del flamenco, con el que tuvo muchos roces y al que años después de su muerte escribió la mencionada canción.

Siguió con el capítulo en el que habla de padres e hijos, de herencias. De padres ausentes y herméticos que no aceptan a sus hijos e hijas tal y como son. La canción «La Flor entre la Vía«, habla de eso. Un tema escrito a raíz de una contestación de su hijo pequeño quien aseguraba que no venía de ningún sitio y que no quería que le hablasen de herencias. Rosenvinge dijo que no iba a salir y a volver para el bis. Leyó unas líneas en las que destaca que siempre ha llegado tarde a muchos sitios, entre ellos, a sus citas. «Si alguien llega tarde a todas partes luego se le devuelve ese tiempo. Yo debo ser inmortal ya», bromeó.  Con el tema «La muy Puta«, clara declaración de intenciones, terminó.

Un delicioso encuentro el del pasado sábado con Christina Rosenvinge. Una artista que defiende que «las letras de las canciones son una forma de literatura tan defendible como lo es la propia poesía». Sin duda, ella lleva tiempo demostrándolo. Es lo que tiene poseer el don de hacer canciones.

 

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