Hay proyectos musicales que tienen ya su primera característica en la atinada adjudicación de un nombre del que, a priori, derivan ciertas nociones respecto al marco musical en el que se van a desarrollar. Amann & The Wayward Sons, por ejemplo, guarda en la nomenclatura elegida una cierta simbología que nos induce, con tino, a situarles en un contexto sonoro de raigambre americana y de espíritu forajido. Indicios que como anticipo, por lo menos tomados como base, son del todo acertados a la hora de enmarcar el nuevo proyecto del músico bilbaíno Pablo Amann, quien además pone de título a este disco debut “Free Soul”, con todo lo simbólico que contiene dicho concepto en este tipo de ambientes.
Conformado entorno a diversos músicos con un considerable bagaje, el vizcaíno ofrece un resultado que esconde un recorrido compositivo fraguado en los últimos años bajo una alta dedicación orientada a darle forma definitiva. Un proceso guiado por la estrecha colaboración junto a los productores y arreglistas -al margen de integrantes de la banda- Amando Gottardi y Emiliano Bares en busca del exacto desenlace. Un camino que se trasluce en casi una decena de composiciones brotadas de los grandes y extensos campos estadounidenses pero que sin embargo demuestran una gran meticulosidad, palpable en un brillante y detallista trabajo instrumental que les permite explayarse a través de un amplio abanico de matices, lo que a la larga se convertirá en su auténtica seña identificativa.
La llamada a volar que ostenta el inicio del álbum, “Flying”, es tan significativa en su concepto lírico como en su aspecto musical. En lo primero representa la que será una reiterada apelación a lo largo del trabajo a la hora de sobreponerse desde la libertad individual a un entorno opresivo, mientras que el segundo resulta una apuesta por un rock americano sugerente que remite a las grandes llanuras pintadas de delicada pero contundente electricidad, en este caso de aroma entre psicodélico y onírico en el que interviene la mano magistral de Julián Maeso en los teclados, que se esparcirán a lo largo de todo el disco. “In the Cove of Dead Corpses” mantiene ese ambiente menos directo e instantáneo, posándose para la ocasión sobre cadencias y ritmos casi tribales en los que persiste la energía de unas seis cuerdas que echan chispas con las enseñanzas de los Crazy Horse de Neil Young. Será “Grab My Hand” la que aporte el tono de clasicismo más palpable por medio de esa manifestación del género íntima y melancólica, texturas ligadas a John Hiatt o Elliott Murphy.
Si hasta aquí podemos hablar de un núcleo que, con sus diversos tonos, se concentra en el rock americano, el álbum derivará desde ese centro hacia muy variadas expresiones, aunque siempre envueltas en unas texturas características y comunes. Algunas incluso serán más sorprendentes, como ese sonido en el que se intuyen hasta apariencias ochenteras en la melódica “Know Yourself”, o el insinuante y sofisticado deje soul que desprende “Til the End of the World”. Más ligadas a la idiosincrasia global aparecen sus dos expresiones más contundentes y enérgicas, un medio camino entre el hard rock y el blues de pétreo esquema, “Free Soul”, y el cruce entre rock and roll y punk que es “Lies”.
Estamos frente al nacimiento de la nueva idea puesta en marcha por Pablo Amann y en el que “Free Soul” representa su primera expresión grabada. Siempre son difíciles los inicios, incluso para aquellos ya bregados en el negocio, por eso todavía tiene más mérito -y delata con claridad el trabajo previo llevado a cabo- un disco que logra con una total naturalidad y excelentes trazas ubicarse en ese espectro que representa el rock americano y hacerlo de una manera tan pura como diversa y repleta de matices. Así queda perfectamente planteada esa liberación a la que alude el título y que remite tanto al aspecto vital como al musical. En estos casos se suele decir que ya hay ganas de descubrir un nuevo episodio que nos desvele hasta dónde puede llegar un proyecto así, pero no, de momento es hora de empaparse de lo mucho, bueno y diverso que tenemos entre manos, ya habrá tiempo de nuevos frutos.