Tras el aristocrático nombre de Enrique Ortiz de Landizuri Izarduy se esconde una de las personalidades más controvertidas del rock en castellano.
Y es que a Bunbury o se le adora o se le odia.
Pero sin entrar a valorar su “peculiar” personalidad y centrándonos en el aspecto musical recordaremos que Enrique Bunbury fue el fundador y vocalista de uno de las grandes bandas españoles de los 80 y los 90. Mucho más rockeros que los grupos de la movida pero no tanto como Obús o Barón Rojo. Al igual que estos últimos fue de los pocos grupos estatales valorados positivamente por crítica y público más allá de los Pirineos, ya que en los 90 consiguieron triunfar en países como Alemania, e incluso cruzaron el charco para convertirse en un grupo de culto en Mexico, Chile o Argentina.
Tras la disolución de la banda en 1996, Bunbury comenzó una travesía por el desierto y durante un tiempo siguió siendo el “ex Héroes del Silencio”.
Su primera experiencia en solitario fue “Radical sonora”, un disco muy raro en el que Bunbury se pasó de experimental y coqueteó con el pop e incluso con la electrónica en lo que se supone que fue un intento por romper de cuajo con su pasado, incluso en su aspecto físico. Algo que trajo como consecuencia la indiferencia por los que hasta entonces habían sido sus fans, como se pudo comprobar en su anterior visita a nuestra Aste Nagusia, donde se produjo una espantada general al terminar el bolo de Doctor Deseo, que se suponía que eran sus teloneros.
Pero, como buen maño, Enrique mostró su cabezonería, se volvió a dejar crecer la cabellera y consiguió resarcirse con un fantástico disco como “Pequeño”, el verdadero principio de su carrera en solitario y en el que se confirmó como el gran músico y letrista que es. “Infinito”, “Algo en común”, “El extranjero”, “El viento a favor”…una colección de canciones redondas que dan muestra de ello.
A partir de ahí seis discos de estudio más (incluido uno de versiones del cancionero latinoamericano), giras interminables, varios álbumes en directo e innumerables colaboraciones con otros músicos como Nacho Vegas, con quien grabó “El tiempo de las cerezas” o el disco homenaje al poeta Leopoldo María Panero junto a Carlos Ann, Bruno Galindo y José María Ponce. Aparte de esto, Bunbury ha tenido tiempo para rarezas como las canciones firmadas bajo el nombre de Los Chulis, un grupo imaginario que no es más que un divertimento del músico aragonés para hacer versiones de artistas tan dispares como Leonard Cohen, Bob Dylan, Carlos Puebla o de canciones de bandas sonoras infantiles. Tampoco podemos olvidarnos del proyecto “Bushido”, el disco que grabó junto a Carlos Ann, Shuarma de Elefantes y Morti de Skizoo.
En estos años, Bunbury ha unido lazos con los países latinoamericanos y se ha convertido en una auténtica leyenda en México donde tiene una legión de fans y donde el pasado mes de Noviembre grabó su último disco en directo para la cadena MTV latinoamericana: “El libro de las mutaciones”.
Historia viva de la música en castellano, más allá de filias y fobias, ahora llega a Bilbao para dar un poco de empaque a un cartel de fiestas descafeinado y, a buen seguro, vendrá a resarcirse de aquel traspiés de su concierto en la Plaza del Gas del que antes hemos hablado.
Así que, como consejo a los detractores de Bunbury, les recomiendo que se sacudan esa imagen del personaje egocéntrico y estrambótico que él mismo ha creado y ha querido perpetuar y que se queden con el músico… que al fin y al cabo es lo que debería contar.