Texto: Raúl García Déjame que pose para ti. No eres tú mi artista preferido, pero merecías estas líneas ahora que dices que te vas. Porque tu sombra es alargada, bastante más que tu nariz. Y maneras de vivir hay muchas, pero es en las despedidas cuando toca hacer balance y decidir si ha merecido la pena. Vaya que sí, señor Mercado. Cuanto disfrutamos los 9 mil que le acompañamos el sábado en el BEC. Los imberbes veinteañeros. Los de treinta, los de cuarenta, los de cincuenta y los más mayores de edad, que no de espíritu. Todos juntos. Enfervorizados. Viva Carabanchel, joder. Larga vida, señoría, y trago profundo y cervecero por algunos de los acordes más reconocidos del rock patrio.
No hay más cera que la que arde y Barakaldo se incendió en las casi dos horas que Rosendo nos deleitó sobre el escenario. Si alguien pretendía hacer leño del árbol caído se equivocó y mucho. A sus 64 años, el cantante, guitarrista y compositor, el ídolo sencillo, masculino y singular, hizo valer su longeva carrera levantando de sus asientos hasta a los más flojos de pantalón. Y de bragueta, que los hubo que fueron al baño en más de una ocasión. Mientras tanto el espectáculo continuaba, no hay tiempo de contar hasta diez cuando se viene de paso.
De menos a más y a pesar de una voz que protagonizaba renqueante por el ajetreo de una gira tan intensa como emotiva. Lo mismo dio, sobraban tablas en el escenario. Tres eran tres y menudos. Rosendo, perfectamente acompañado por Rafa y Mariano al bajo y la batería, fue cumpliendo el guión con paso firme. Loco por incordiar. Disparando pan de higo a discreción. Navegando a muerte. Sin límites a la libertad y dando color, que si no la vida se nos oxida irreparable. Pura filosofía. La de un maestro reconocible, carismático y castizo que se ha ganado a pulso el cariño del respetable. Hay talento. Mucho. No lo duden. El que hace falta para convertir no menos de una decena de canciones en auténticos himnos. Solo por eso yo prometo estarte agradecido.
A estas alturas ya sabéis que ésta no es la crónica del concierto. Ni siquiera voy a enumerar los temas que completaron el repertorio -no seáis berberechos, ni picaportes, en Google encontraréis el setlist-. Esto es más un pequeño homenaje. El punteo de unas líneas guitarreras para reconocer a un tipo que, por encima de todo, me cae muy bien. De siempre además y peino más de cuatro décadas.
Rosendo, yo me subo a tu tren azul. Y confieso, para mí no eres el mejor cantando –ni falta que te hace, tampoco creo que lo hayas pretendido-. Seguro que hay guitarristas más virtuosos. Y muy probablemente las letras de tus temas, ciertamente buenas, podrían ser mejores. Lo mismo da porque no lo necesitas. Eres leyenda viva, qué cabrón. Un referente dentro y fuera, arriba y abajo, en diagonal y en perpendicular. Tú amaga con irte que yo me despido, pero no te creo. Voy a sonreír intermitente y a pedirte un poco más, si no te importa. Siempre más. Merecerá la pena.
Dedicado a quienes, al menos, hayan disfrutado alguna vez con las canciones de Rosendo, muy especialmente a Ara y Juanma.