Como es habitual, Prokofiev, con su “Danza de los Caballeros”, se encarga de dar la bienvenida a “una de las mejores formaciones de Ilegales”, según su líder Jorge Martínez. El cantante y guitarra ya no sale con el stick de hockey, pero mucho nos tememos que lo tendrá a mano, por si acaso. Aparece con su blanca y reluciente Fender Stratocaster, vestido con su impoluta camisa de rayas blancas y negras. El escuadrón lo completan Jaime Beláustegui (batería), Willy Vijande (bajo) y Mike Vergara (teclado y guitarra rítmica).
El Antzokia está a rebosar (sí, lo han vuelto a hacer: entradas agotadas). Una se teme lo peor en cuanto a empujones, rociamiento involuntario de alcohol, etc. Pero nos hemos reunido lo mejor de cada casa. Hay más educación aquí que en cualquier tertulia televisiva. Bueno, eso tampoco es decir mucho… “El médico dice que todo va bien. /No hay que internarme / no hay peligro ni mal”. De la efímera reminiscencia de “Stick de Hockey” pasan a “No Tanta, Tonto”, de su último álbum Rebelión. Resulta más atractiva en directo que en el disco, que no destaca especialmente.
Un par de minutos son suficientes para comprobar el estado óptimo de maduración de esta banda, que no se despista ni pierde el tiempo en naderías. Apuntan, disparan y así sucesivamente, con una formidable disciplina militar.
Esperamos a un Jorge Ilegal más hablador, pero ya lo advirtió en la entrevista que publicamos recientemente: “Vamos a toda velocidad. No es un concierto de desarrollo, es sumamente rápido, pero largo”.
Así que sus palabras son escasas pero certeras. Después de la socarrona “¡Hola Mamoncete!” saluda a las masas: “¡Bienvenidos al día del fin del mundo!”
Ilegales no es un grupo que se amilane ante ningún tabú; el suicidio es uno de los temas recurrentes de su repertorio, desde “Ella Saltó por la Ventana” (Todos Están Muertos, 1985) a “Suicida” (Rebelión, 2018).
No es la única concesión a tan velado tema; más tarde también tocarán “Me Gusta Cómo Hueles”, a petición popular, como nos hace saber el cantante y guitarrista: “Nos sorprende que ningún tonto del culo la haya reventado hasta ahora, como ocurre con las cosas de calidad. ¡Vamos con ello!”. Es de los pocos temas que introduce, y también despide: “Esta es la primera canción que nos censuraron realmente. Corría la época del prohibicionismo de los 90. No hicimos lo suficiente por la libertad de expresión, y me incluyo. Quizás tuvimos que cagarnos más en su puta madre”. Por supuesto, este mundano grito de guerra recibe una sonora ovación.
El músico mordaz de guitarra efervescente supervisa en todo momento a su banda, impecable en su ejecución. Llama la atención la soberbia versatilidad del miembro más joven del grupo, Mike Vergara, ora a los teclados, ora a la guitarra, con la ardua tarea de seguir el ritmo a un infatigable Jorge Ilegal. Casi nada.
“Agotados de Esperar al Fin” es el himno-bisagra del “nostálgico pasado y el acojonante futuro”. Jorge adopta sus características e histriónicas muecas de loco-peligroso-puesto-de-speed. Pero no se engañen: son meros rasgos de genialidad.
Demostración magistral en otro clásico como “Todo lo que digáis que somos”, ídem con “El Norte está lleno de Frío” o “Enamorados de Varsovia”.
Suena “Voy al Bar” y confirmamos un dato curioso: ¡Jorge está cantando en versión latina! (“Voy al bar / Me voy a suiSidar”). ¿Será un guiño a su inminente gira latinoamericana?
Cambio de registro hacia una melodía de tinte sobrenatural: “El Bosque Fragante y Sombrío” es su particular -y solemne- “canto a la vida”.
Más madera: “Chicos Pálidos Para La Máquina” -¡OJO!: contiene trazas de gluten y un mensaje no apto para buenistas: “Si no hay odio, no hay rock n roll”-; “Yo Soy Quien Espía Los Juegos De Los Niños” -el público enloquece a golpe de “¡Hey! ¡Hey! ¡Hey!”-; “Si la Muerte me Mira de Frente, me Pongo de Lao” y “Ángel Exterminador”.
Por increíble que parezca, ya ha pasado una hora, en un suspiro espizofrénico. Hacía tiempo que no perdía la consciencia temporal en un concierto, por bueno que éste fuera. Pero Ilegales ha tocado todo seguido como el pasodoble que su líder tanto aborrece.
Un fugaz inciso para secarse el sudor de la brillante calva y brindar “por los que están, y los que no están”.
Suenan más temas recientes como “Mi Amigo Omar” o el tema de apertura “Si No Luchas Te Matas”, una especie de “Tiempos Nuevos, Tiempos Salvajes” revisitado. Se echa en falta, sin embargo, el más que destacable tango frenético “Mi Copa y Yo” (que sonará al término del concierto como hilo musical. Sí, después del directo de Ilegales, más canciones ilegales).
Tralla gamberra “antes del sprint final”, donde no faltan “Hacer Mucho Ruido”, “Soy Un Macarra” -Vijande se viene arriba-; “Eres Una Puta” -su voz emula al mafioso más chungo e irresistible del barrio-; “Dextroanfetamina” o la descomunal e imperecedera “Tiempos Nuevos, Tiempos Salvajes”. Dedica a “señoras y señores, a niños y engendros”, material inflamable como “Bestia, Bestia”, que nada más empezar, con la masa ya en su punto de cocción, interrumpe bruscamente: “No sé qué pasa con esta pastilla que se acopla; le he bajado el volumen para que no se enfade, si no la reviento a la hija de…”. Pues eso: “Bestia, Bestia”.
Canción número 30 con la que considera menester retirarse… para volver con “Los Chicos Desconfían”, “Hombre Solitario” y “Problema Sexual”. Y para colmo, nos bendice antes de hacer mutis por el foro: “Voy a administrar la bendición ilegal a los del cielo y el infierno, a los de izquierdas, ¡y a los derechas!, y a Satanás. En fin, benditos seáis, de donde quiera que vengáis”. Rompen filas con un mensaje explícito: “Destruye”. Y de hecho, al hombre entre las hormigas se le rompe una cuerda. ¡Destruye!, ¡Destruye!, ¡Destruye!, ¡Destruye!…