Kristonfest 2024: Gravitación sensorial

Kristonfest 2024: Gravitación sensorial

Difícilmente podríamos imaginar una propuesta más sugerente que esta en la nueva edición del festival Kristonfest, que vuelve a Bilbo este año: un cartelazo que parecía dibujar un paisaje onírico más que uno meramente musical. Un recorrido sonoro por el subconsciente de los amantes del sonido penetrante, psicodélico y poderoso en tres vertientes diferentes que bastante tienen que ver con el Stoner, aunque también con una amalgama de atmósferas, estilos y ambientes con capacidad de encandilar a una selecta minoría que no llenó, ni de lejos, la Santana 27. Tres grupazos, diríamos casi de tres generaciones diferentes que conformaban un cartel espectacular, al menos sobre el papel.

Unida (California, 1998), aun sin John García, constituía una poderosísima razón para aproximarse al local con tiempo suficiente para pillar un buen sitio, aunque la baja afluencia de espectadores descartara de facto tal necesidad. El guitarrista Arthur Seay y el baterista Miguel Cancino,
incombustibles miembros originales, nos presentaron al espectacular bajista Collyn McCoy (un torrente sobre el escenario), quien lleva un par de años en el grupo, y al talentoso vocalista Mark Sunshine, ex de Riot God y presente en los directos de Unida desde el año pasado. La introducción tocando un maravilloso “Beat it” del mismísimo Michael Jackson nos pilló por sorpresa aunque por desgracia no la tocaran entera.

Pentagram – Fotografía: Juan Raúl Fernández

Seguidamente, un sonido penetrante y todopoderoso, no en cuanto a nitidez pero sí en lo que se refiere a la carga de profundidad, nos arrasó con temazos como la inicial “Wet pussycat”, un pepinazo de seis minutos de duración que traía incorporadas todas las características del mejor
stoner rock. Bailable y sugerente, nos dió una muestra de lo abrasador que puede llegar a ser su sonido. “Thorn”, se recreó en sus cortantes guitarrazos y su vocación de himno rockero más conciso y breve. A estas alturas, los solos de guitarra de Arthur empezaban ya a maravillarnos. Un tipo de solos frecuentemente largos que se infiltran en el conjunto y expanden la propia canción con gran acierto. Por no hablar del efecto wah-wah que hace vibrar al público al instante.

Pentagram – Fotografía: Juan Raúl Fernández

El front-man Mark, quien ya venía contoneándose en el escenario desde el principio, nos sorprendió en varias ocasiones con unos agudos verdaderamente sobresalientes, en unas canciones que en principio no deberían contar con ellas. Tanto su carisma como su capacidad vocal quedaron sobradamente demostrados en el concierto, por no hablar de su papel en el bailable y potentísimo “Stray”, versión de Leaf Hound, que aprovecharon para las presentaciones al extenderla en formato jam session. Ocurrió entonces que el ímpetu inicial, el de los primeros seis temas, empezó a disiparse en una suerte de sonido y ejecución algo enmarañadas que restaron capacidad de pegada al grupo. Aun así, la recta final fue bastante celebrada, algo lógico si tenemos en cuenta la grandiosidad de “Human Tornado”, el extremo sentimiento casi soul de Mark en “If only two” y el poderoso final con la rápida y rabiosa “Black woman”. Puede que fuera el mejor concierto de la noche, y qué duda cabe que la hora que duró se nos hizo escasa.

Pentagram – Fotografía: Juan Raúl Fernández

Con Pentagram sabíamos más o menos a qué atenernos. La avanzada edad (próximo a cumplir 71 años) y el estado de salud un tanto regular del cantante, líder y único superviviente de la formación original Bobby Liebling, nos hizo acudir mentalizados de antemano, aunque por supuesto dió la talla de sobra, al menos en nuestra opinión. Su concierto en el Azkena Rock Festival de 2012 nos adentró en su universo de ambientes opresivos y embriagadores. Ahora, tras haber editado en 2015 el más que recomendable “Curious volume”, presentaban algunos temas nuevos y, aunque por su novedad no fueran conocidos por el público, demostraron tener una gran entidad compositiva, sonora y conceptual.

Pentagram – Fotografía: Juan Raúl Fernández

En 2018, Bobby es puesto en libertad tras haber pasado año y medio en la cárcel (hecho que alimenta su leyenda aunque el cargo que se le imputó -maltrato a su propia madre– adolezca de heroicidad alguna) y se declara rehabilitado y arrepentido. El baile de miembros durante su historia, digna de sus coetáneos Black Sabbath, ha dado otra vuelta de tuerca y Bobby se presentó con tres músicos nuevos que estuvieron a la altura de la leyenda. Un sonido tenebroso, embriagador y pesado en el mejor de los sentidos nos invadió desde el principio, aunque la maravillosa y diferente “Starlady” (más “accesible” entre comillas) nos embaucó irremediablemente y demostró la asombrosa capacidad de Pentagram de abarcar mucho más de lo que se le presupone.

Pentagram – Fotografía: Juan Raúl Fernández

“The Ghoul”, una de las piedras angulares del Doom Metal (no en vano se les considera uno de sus creadores junto a, entre otros, Black Sabbath), nos condujo por terrenos aún más pesados, es decir heavies, a la vez que la demoníaca voz de Bobby aportaba esos contrastes tan interesantes que también trabajaba Ozzy Osbourne. El problema con Pentagram es que, al trazar una línea temporal, tenemos que tener en cuenta que, aunque se creó en 1971, la influencia Doom vía Black Sabbath no les llegó hasta 1974 y más aún, su primer disco no se publicó hasta… ¡1985! es decir, en su segunda etapa. Por lo tanto, si bien su lugar en la historia es bien merecido, hay que verlo con cierta perspectiva temporal. Todo ello no devalúa en absoluto su legado ni su importancia en la gran familia del Heavy Metal.

Pentagram – Fotografía: Juan Raúl Fernández

Temazos como “Sign of the wolf”, de nuevo con el deje demoníacamente irresistible de la voz de Bobby, dió paso a más temas nuevos con sonido de ultratumba, penetrantes y absolutamente imbatibles. Entre ellas, se nos quedaron los títulos “Solve the puzzle” y “The Socio-path”, que a buen seguro se mantendrán en el repertorio en próximas ocasiones. Bobby profundizó en su vocación teatral en todo el concierto, vivió su show y se asomó al guitarrista en múltiples ocasiones, siguiendo con su lenguaje corporal los punteos y solos de Tony Reed (si no nos equivocamos) mientras vivía a tope todas las partes instrumentales. Cuando se quitó la cazadora, más tarde amagó con quitarse también la parte de abajo y mantuvo la tensión y el humor en todo momento. Por nuestra parte, creemos cumplió con su trabajo de forma satisfactoria por cuanto mantuvo y mantiene a flote la leyenda de Pentagram y, algo que no es cosa menor, se mantiene en pie, vivito y coleando a pesar de su duro pasado y del abuso de drogas en el pasado.

Pentagram – Fotografía: Juan Raúl Fernández

“Forever my queen” supuso una gran despedida y un buen sopapo en la cara con un repertorio (tanto el compuesto en los 70 como el de los 80 y también más allá) intachable. El concierto no llegó a la hora pero dejó un buen sabor de boca dadas las circunstancias. Gran grupo y leyenda que nadie sabe si volveremos a disfrutar por estos lares.

A las once de la noche llegaba el turno de nada menos que Monster Magnet en su gira 35º aniversario, con un repertorio de ensueño centrado en los años más cósmicos y psicodélicos de su prolífica trayectoria. Todos los temas tocados esta noche se publicaron entre los años 1991 y 1998, abarcando sus cuatro primeros LP’s y dejando de lado sus dos primeros E.P.’s, que salieron al mercado en 1990 y 1991. Una auténtica muestra del mejor Space Rock jamás hecho y con especial hincapié en su obra maestra “Dopes to infinity”, del cual cayeron nada menos que cuatro de un total de once temas en el set list, por tres de “Powertrip” y dos de cada uno de los dos primeros discos (“Spine of God” y “Superjudge”).

El repertorio se confeccionó de tal manera que casi siempre saltaba de un disco a otro, con grandes alternativas y picos de mayor concreción e inmediatez que no solo convergieron en los temas de “Powertrip”. La primera (y única) en la frente nos vino cuando observamos a Dave Windorf sentado en una silla, de la cual no se levantaría en todo el concierto. Es evidente que no se encuentra bien en este momento. Aun así, los que le hemos visto unas cuantas veces, hemos conocido sus altibajos y una gran decepción: aquella vez en la Rock Star de Barakaldo en 2008, cuando se presentó en bastante baja forma, bien es cierto que después de superar aquella sobredosis de medicamentos que le obligó a suspender su gira de 2006 en el Estado Español. Desde entonces había adelgazado y nos dió muchísimas alegrías tanto por su buen estado de forma como por su gran profesionalidad, por ejemplo en esta misma sala en 2018 o en el Azkena Rock Festival el año pasado.

Monster Magnet – Fotografía: Juan Raúl Fernández

Dicho esto, musicalmente fue un concierto de ensueño, un viaje psicodélico y espacial de alto octanaje. Incluso la pantalla gigante detrás del escenario nos transportó contínuamente a otras dimensiones espaciales y cognitivas, a veces con una simpleza y efectividad que maravilaban la vista y los sentidos. Nos recibieron con nada menos que con “Dopes to infinity”, pildorazo cósmico donde los haya, con una banda muy centrada en la que sobresalía en todo el concierto el guitarrista rítmico y a veces solista Phil Caivano, quien lleva en la banda nada menos que veintiséis años en la banda y grabó el mítico “Powertrip”. El otro guitarrista (solista) es Garrett Sweeny, quien lleva ya catorce años junto a Dave. De manera que, si sumamos la guitarra del propio Wyndorf, son tres en total, aunque no estamos seguros de si realmente sonaba la de este último.

Haciendo un marcado contraste con el primer tema, “Tractor” fue un breve conato de cambio de paradigma, aunque la maravillosa “Superjudge” nos devolvió la sensación flotante que ya no nos abandonaría hasta el final del concierto: una lección de guitarras multidireccionales que convergen formando un todo complejo, intencionadamente abstracto y barroco que es una auténtica maravilla para los sentidos. Una vez asumido que Dave no se iba a levantar de su silla, solo nos quedaba gozar de la música con mayúsculas, de manera que “Look to your orb for the warning” sirvió de acicate para buena parte del público congregado en las primeras filas y gradualmente contagiado por tan elevadas sensaciones. “Negasonic teenage warhead” se recreó en el mismo planteamiento, aunque a la vez que nos transportaba a un viaje intergaláctico metía muchísima fuerza provocando los primeros bailes en la parte delantera central, justo enfrente del escenario.

Monster Magnet – Fotografía: Juan Raúl Fernández

No fue una fiesta salvaje, tampoco hubo apenas pogo ni la gente se desgañitó con las letras, pero había algo que flotaba en el ambiente y que provenía del escenario. “Zodiac lung”, tan ácido como pausado, una joya del primer disco, pareció pensado para que Dave descansara, aunque se dejó querer antes del revolucionario “Twin earth”, demostración palpable de psych space rock a la vez que stoner cañero e irresistible. Imposible pararse quieto. Y, ya metidos en harina, la cuasi-instrumental “Ego, the living planet”, un trip de ingravidez, de película de ciencia ficción o de animación, de connotaciones intergalácticas, donde las únicas palabras que salen de boca de Dave nos gritan “I talk to planets, baby!”.

Por si fuera poco, la camiseta del “Sabbath bloody Sabbath” de Black Sabbath que portaba Dave nos transportaba a terrenos igual de fantasiosos. “Bummer”, del aclamado y ya mencionado disco “Powertrip” de 1998, bien podría haber entrado en alguno de los discos anteriores, de manera que sus más de siete minutos de duración abundaron en las sensaciones ya mencionadas. Para la despedida eligieron nada menos que la legendaria “Spine of God”, de su primer elepé, originalmente de ocho minutos de duración pero que alargaron más allá del cuarto de hora. Un auténtico regalo para los fans de su época más space rock, donde Dave declara en nombre del protagonista de la canción: “I’m the centre of the universe” y luego “I love everyone” en repetidas ocasiones.

Monster Magnet – Fotografía: Juan Raúl Fernández

Se retiraron dejándonos con ganas de mucho más, aunque por fin volvieron con “Space Lord”, uno de los que más juego dan para involucrar al público y que es poseedor de un gancho irresistible. Fue el destello final de un show que no llegó a hora y media y que fue una palpable demostración de lo que es el Stoner/Space Rock. Agridulce si se quiere por el estado de Dave, aunque único y quizás irrepetible por su repertorio. Solo queremos que Dave vuelva por estos lares más pronto que tarde, sea con el repertorio que sea pero verlo de pie y descargando todo ese carisma que no hace tanto hizo de él alguien único.

  • Texto: Urko Ansa.
  • Fotografías: Juan Raúl Fernandez (Made In Metal).
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