Si visualizásemos el mundo de la música como si del reparto de una película se tratase (analogía que no le es nada ajena al disco que nos traemos entre manos), podríamos nombrar una interminable lista de secundarios -adjetivo que nada tiene que ver con la calidad sino con la tantas veces injusta repercusión- que sin su existencia ninguna filmografía, por muy granada que esta fuera, conseguiría salir adelante.
Pablo Almaraz es uno de esos -relativamente- anónimos músicos que sostienen o dan fuste a una infinidad de proyectos. Tanto es así que resulta más que plausible que muchos conciertos y/o discos con los que el lector haya disfrutado contaran decisivamente con la presencia de este cantante, armonicista y compositor. Apariciones que han sido muchas y en contextos muy variados, abarcando incluso los de la docencia, las bandas sonoras o las jam sessions. Ahora, la publicación de “The Roadside Kind” supone un nuevo y muy particular episodio de su ramificación y expresión personal.
Teniendo en cuanta que este álbum aparece bajo únicamente la firma de su propio nombre, sin aditivo alguno a pesar de que la nómina de colaboradores es la habitual de los últimos tiempos, incluyendo nombres como Yahvé de la Cavada, Israel Santamaría o Dabid Martín, se antoja como un detalle que probablemente nos remita a una colección de canciones especialmente compacta y ligada a su persona.
Sea cierta o no dicha pesquisa, lo que sí es seguro es que el conjunto de composiciones deja de lado -sin apartar del todo- el blues y sus derivaciones como expresión principal para implantar un recorrido regido por unas características comunes muy marcadas, en el que el poder evocador cinematográfico y un sonido cercano al de raíces estadounidenses, indistintamente en formato eléctrico o acústico, marca decisivamente este formalmente árido pero muy estimulante trayecto.
Las primeras imágenes desérticas que se reflejan en el simbólico espejo retrovisor en el que convertiremos el avance paulatino del álbum ya quedan plasmadas en piezas como “Still the Rain”, con la sobriedad épica que inocula el ambiente western, o “My Own Stream”, más crepuscular en sus trazos. Para este momento ya resolvemos que hay una apuesta clara por manejarse en el visual country-rock de Calexico o Giant Sand mojado por la elegancia tomada de songwriters clásicos como Steve Earle, Townes Van Zandt o Guy Clark y algunos más contemporáneos como Slaid Cleaves. Si bien “The Roadside Kind” resulta un evidente alejamiento de pasados trabajos dibujados por la ortodoxia “negra”, ésta sigue estando presente aunque se haga visible en cantidades más controladas y siempre supeditadas por otro entorno dominante. Todo eso no impide que la armónica de Pablo Almaraz se desate y encadene su representación más fiel a maestros como James Cotton o Charlie Musselwhite en una rítmicamente deudora del Delta “Let Me Go”, ahondando en la intimidad (“Learning To Use It”) e incluso dando rienda suelta al aspecto más setentero y sureño a través de “Never Lose Your Drive”, en la que aparece la siempre reconocible y sugestiva voz de James Room.
Pero no van a acabar ahí los ingredientes que se agolpan en los arcenes de este itinerario. Algunos serán más llamativos por su condición de verso libre, como el tono cabaretero y jazzístico de “Welcome To Your Hell of Choice”, mientras que otros adquirirán mayor relevancia a la hora de perfilar definitivamente el concepto del disco. En ese sentido sobresale el entendimiento entre sonidos tradicionales y manifestaciones latinas visible en la cadencia flamenca que alcanzan los riffs de “Como nosotros”, el folk-country mestizo de “Evening Buzz”, donde se añaden como referencia The Mavericks, e incluso el colofón puesto por el espectacular instrumental “Underdogs Waltz”, toda una sinfonía de acentos y virtudes instrumentales.
Puede que tomar como ejemplo definitivo de lo que significa conceptualmente este álbum un tema que hace de interludio como es “Road Map Review” sea un ejercicio arriesgado, pero la conversación que
recrea, acerca de la posibilidad de estar perdidos y llegar, o no, al destino planeado, resulta de lo más clarificadora. Porque “The Roadside Kind” genera un camino donde lo trascendetal es su propio desarrollo, las imágenes que surgen en su trazar, lo que se ve o esconde en sus cunetas y por supuesto la banda sonora elegida para dirigirlo. Una que con su “americanismo” elegante, profundo y desértico, colabora a que pese a perder la esperanza de alcanzar el final del trayecto igualmente queramos continuar
avanzando y subir el volumen…