Ya no son niños pero siguen siendo reales. The Real Kids regresan esta noche cálida de jueves (30 de marzo) con aura de viernes al Satélite T de Bilbao. Aparecen puntuales y, sin mayores ambages, empiezan a calentar al personal con ‘Better Be Good’. La socarronería punk del vocalista John Felice hace presagiar una velada fugaz y garajera, sin grandes sobresaltos ni artificios, pero fiel al espíritu de la banda: directo al grano, dejando pasar la fama y las ventas. Reales y pobres. Incluso malditos. No me pueden gustar más.
Felice es uno de esos personajes que pudo haber triunfado pero que fue mucho más punk que todo eso. Amigo y vecino del gran Jonathan Richman, abandonó su temprana militancia en los Modern Lovers en el peor momento (recién estrenados los 70). O quizá no, pues de lo contrario tal vez nunca hubiera formado The Real Kids. Por cierto, en sus inicios eran simplemente The Kids, más tarde decidieron especificar.
La historia de esta banda de Boston (EE.UU) duró lo que un puñado de canciones punk y de forma intermitente además. En el ínterin, Felice fue roadie de los Ramones (¡eso tuvo que ser entretenido y demoledor!).
Idas y venidas al margen, es buena noticia que Felice siga haciendo de las suyas junto a su reformada banda que hoy integran Billy Cole (guitarra), Jimmy Birmingham (batería) y Dickie Oakes (bajo).
La veteranía la llevan bien, si bien a veces el grito garajero del bueno de Felice parece que se pierda en el denso aire. Si me permiten la maldad gratuita, el líder de The Real Kids me recuerda físicamente a un Tom Petty con un descomunal e imposible jet lag. Obviemos este dato, todos de acuerdo.
Trallazos como ‘She Don’t Know’ y ‘Can’t Shake That Girl’ nos ponen a todos a mover el esqueleto sin oponer resistencia. Sonido moderadamente saturado. Fiel al filtro garajero, de modo que no rechina. En general, suenan dignamente cañeros y al público se le van los pies. Ya consiguen mucho más que un sinfín de bandas manufacturadas y pulidas hasta el aborrecimiento letal.
Feel Good/Feel allright será el leitmotiv de su repertorio. Canciones que hablan continuamente de sentirse bien y que, a fuerza de repetir este mantra, realmente te hacen sentir bien. El espíritu de la adolescencia es evidente. Amores de High School. Quién quiere crecer.
Para contrarrestar un poco ese subidón de azúcar glasé y vitalidad, el comienzo de ‘My Baby’s Book’ nos encoge el corazón durante unos segundos. Dulce mecedura poppy. “My baby loves me…”. Tierno.
‘Just Like Darts’ es quizá su tema más progresivo, con su riff de nostalgia y melancolía, que lejos de agonizar irá ganando fuerza.
Pero este concierto es para sentirse bien en todo momento, así que el antídoto a este tema de un día de surf sin olas viene de la mano de ‘All Night Boppin’, cuyo mensaje viene a ser: Estáis bien, rock n’ roll, seguid danzando, malditos.
Se despiden con un ‘Hot Dog’ que nos deja efectivamente con hambre. Vuelven al poco, pero el coitus interruptus se nota un poco. Con todo, es de agradecer que regresen con artillería hit como ‘Solid Gold’, ‘Do The Boob’, ‘Reggae Reggae’ y su particular himno final ‘All Kindsa Girls’, cuyo inicio nos teletransporta a un verano naif y adolescente.
Se echaron en falta, sin embargo, ciertos temazos como ‘No Place Fast’, ‘Every Day is Saturday’, ‘Outta Place’, ‘Common at Noon’ o su esquizofrénica versión de ‘I’d Rather Go To Jail’ del sublime Mitch Ryder.
Aún así, haremos caso de la petición de Felice: “Don’t forget The Real Kids!” (¡No olvidéis a los Real Kids!). No lo haremos: nos hacéis sentir bien.