Durante los últimos años la escena vasca, euskaldun para ser más exactos, ha ido generando una serie de músicos que se podrían catalogar bajo el término de cantautores rockeros. Con esta palabra, lo que se pretende es glosar el ámbito en el que desarrollan una mirada íntima y personal, que aparece definido básicamente, aunque siempre respetando su ascendente geográfico, por los sonidos americanos, interpretados eso sí de formas tan diversas como particulares. Hablamos de un elenco en el que podemos incluir a Petti, Rafa Rueda, Anari, o, por supuesto, Txuma Murugarren, quien acaba de editar un nuevo disco, el séptimo, titulado “Zerbait ari da gertatzen, hor”.
La carrera del guipuzcoano no se ha mantenido en lo relativo a su manifestación sonora de modo lineal y/o monocorde. Desde su paso por los directos y contundentes Sasoi ilunak, hasta su manifestación actual en solitario, le hemos visto tanto merodeando por un melancólico rock, o pop, clásico como dejándose llevar por los ritmos centroeuropeos. En ese diverso, pero muy característico, estilo propio hay que destacar, en pro precisamente de esa singularidad, una manera de interpretar marcada por un cierto deje recitativo, al que todavía imprime más personalidad estar tutelado por un tono de voz levemente rasgado.
Seis años han pasado desde su anterior trabajo (“B-aldeko kantuak”), tres si tomamos en cuenta el realizado junto a Angel Unzu (“14 abesti eta hamahiru istorio txiki”). Desde luego se antoja un lapso de tiempo suficiente para haber generado un buen número de vivencias, propias y ajenas, y sus respectivas reflexiones, como para ser convertidas en canciones. Y eso es precisamente lo que alberga este nuevo álbum, un compendio de historias que tienen su nexo común en la incertidumbre que maneja los hilos de cada una de ellas. Una temática para la que adopta su representación más rockera, concisa y orgánica. Algo que alcanza una mayor, y más honda, manifestación como consecuencia del uso de una formación de músicos ya habituales (Miguel Ramírez, Rafa Aceves, Ekaitz Hernández y Natxo Beltran) y una manera de grabar consistente en un formato de casi directo.
La prioridad del peso de las guitarras y de un espíritu crudo queda mostrada sin ambages, aunque sin necesidad de mostrarse arrebatada, en el rock sigiloso que desarrolla el tema inicial, “Apurrak galtzetan”, a base de altibajos y unas visibles bases rítmicas que le imprimen un aspecto contagioso. Si bien su estructura puede recordar más a un sonido “alternativo” de los noventa, el disco por lo general va a encontrar sus referencias, aunque no solo, en las facetas eléctricas de bandas como los Crazy Horse de Neil Young, los propios Wilco e incluso en músicos inscritos en ese contexto americano pero bajo una vertiente más taciturna, como puede ser el caso de Mark Eitzel. Aspecto este último que domina buena parte de las composiciones, como se deja ver claramente en la más narrativa “Alferrik deitoratzea”, en la intimidad de un profundo medio tiempo con alma blues como es “Bagoaz hemendik”, en la belleza melancólica de “Atzoko zerraldoak o en la más misteriosa y ambiental “Uda usaina”. Ejemplos todos ellos que ratifican la idea de que son en estas lides donde el vasco demuestra sus mayores virtudes.
Pero el transcurso del álbum va a demostrar que sabe jugar muy bien la baza de alternar sensaciones y colores en las melodías, por lo que a lo largo de él se van a ir intercalando canciones que van a ocupar un espectro tan amplio como para lograr abarcar desde el tema homónimo, que supone la explosión rítmica más evidente en el conjunto de la grabación por medio de un atropellado rock-cabaretero, hasta representaciones mucho más folkies, y por extensión predominantemente acústicas, como son la campestre “Dirua falta bazaigu”,con la presencia del Audience Gaizka Insunza, o la relativamente bucólica y pegadiza “Poz biribila”.
“Zerbait ari da gertatzen, hor” es a la larga uno de los discos más crudos y rockeros de Txuma Murugarren, lo que significa, teniendo en cuenta buena parte de las influencias con las que trabaja, también de los más “americanos”. Un contexto propiciamente áspero que se muestra como el idóneo en el que expandir su facilidad lírica para desentrañar lo profundo de la cotidianeidad. Aspectos todos ellos que aquí se hacen visibles en su representación más pura, por lo que es fácil colegir el gran resultado global que alcanzan estas nuevas composiciones.